DEUDA DEL DF:
ESPECTACULO POLÍTICO DE CALDERÓN Y EBRARD
Por Gabriel Yorio González
Una vez más la deuda del Distrito Federal vuelve a situarse en los reflectores públicos. Durante los últimos días, el intercambio de señalamientos entre el Gobierno Federal y la Ciudad de México llevó al último momento la autorización para el refinanciamiento de al deuda, convirtiendo un tema técnico en uno político. No obstante, una vez autorizada la operación vale la pena analizar sus consecuencias.
La contratación de deuda es una herramienta financiera por medio de la cual se realizan proyectos de infraestructura que requieren fuertes cantidades de recursos. En este sentido, el nivel de endeudamiento de la Ciudades realidad no es un problema. Si bien es cierto que es la entidad federativa más endeudada del país -al cierre de 2007 la deuda se situará en 45 mil millones de pesos- también es cierto que sus ingresos son mayores a los de cualquier otro estado, inclusive en su dinamismo económico ya que produce más del 20 por ciento del Producto Interno Bruto nacional, por tal motivo sus necesidades de financiamiento son mayores. Por ejemplo, Estados Unidos es el país más endeudado del mundo y nadie pone en duda su capacidad de pago, al contrario de lo que sucede con Argentina quien tiene una menor deuda.
La evolución de la deuda del Distrito Federal está marcada por el sello personal de cada administración. Entre 2001 y 2006 se refinanciaron, con la autorización de la SHCP, cerca de 17 mil millones de pesos logrando reducir el costo financiero. La actual administración pretende realizar una operación similar con una cantidad superior -36 mil millones- para aumentar el plazo de vencimientos de 8 a 30 años a la menor tasa de mercado posible.
Sin embargo, el refinanciamiento no necesariamente tendrá como consecuencia una deuda más barata. Los ahorros sólo se generan si el valor total de lo que paga de intereses durante la vida del crédito es menor a lo que pagaba antes del refinanciamiento. Así, aún cuando las tasas de fondeo han venido cayendo, al contratar un crédito de largo plazo implica un riesgo mayor por el que los bancos cobran más. Aunque el monto del crédito que se paga cada año es menor por que el capital prestado es diluido a lo largo de 30 años, la cantidad que se paga de intereses puede llegar a ser mayor por lo mismo. El Distrito Federal podría terminar pagando mas intereses que lo que pidió prestado.
El refinanciamiento incluye años de gracia en el pago de capital, es decir que durante un tiempo el gobierno local no gastará en amortizaciones. Sin embargo, esto no significa un ahorro, ya que el endeudamiento es un ingreso atado a un gasto. Cada peso que se paga de capital o amortización es un peso que se puede volver a contratar de deuda para proyectos. Cuando se pide gracia en el pago de capital, las amortizaciones desaparecen y no hay espacio para generar el ingreso que financia las obras presupuestadas con deuda. Por lo tanto, lo que sobra en el presupuesto de amortizaciones no representa un ahorro porque tendrá que ser dirigido a cubrir el gasto de esas obras. El efecto sobre el presupuesto total es cero y sólo existen ahorros cuando el costo de los créditos es menor, lo cual podría no ser el caso debido a lo largo del plazo solicitado.
La deuda del Distrito Federal tiene una peculiaridad jurídica ya que es el Gobierno Federal - no la entidad- quien contrata la deuda. Por esta razón necesita autorización de la SHCP para contratar créditos y por este motivo el refinanciamiento fue condicionado a dirigir y transparentar el uso de la deuda en proyectos de infraestructura.
Finalmente, el problema no es el nivel de endeudamiento, porque con esos pasivos se crean activos para la ciudad, el foco de atención debería estar en el uso eficiente de los recursos para la creación de activos reflejados en infraestructura, que es un problema generalizado en todos los niveles de gobierno y es en ese sentido que debería enfocarse ahora la discusión de la deuda del Distrito Federal y ahorrar a los ciudadanos todo el espectáculo político.